miércoles, 4 de noviembre de 2009

NO QUIERO SER UN NIÑO PEQUEÑO

El rock&roll en piloto automático insensibilizó mi rebeldía. Estuvimos de gira, sin un solo descanso, durante quince años. Ya no podía soportar ir en el asiento trasero de la furgoneta, mirando por la ventanilla. Nadie hablaba conmigo. Johnny y Joey se pasaron años sin hablar. Hubo una época en que teníamos un autobús con cuatro compartimentos separados. John ocupaba uno con su novia. Mark otro con la suya. Joey ocupaba el otro con Linda, y yo el que quedaba. Si nos veíamos, la cosa se ponía fea. Ni siquiera podíamos salir juntos del autobús, ni recoger las llaves del hotel juntos. No podíamos mirarnos a la cara.


Había muchas cosas que me irritaban de los Ramones. Lo que me cabreaba más era tener que tocar la canción "Pinhead" cada puñetera noche. Tengo los dientes mellados por los malditos coros de "Pinhead". Teníamos un roadie que pesaba 120 kilos, se llamaba Bubbles, e iba vestido con un disfraz de alfiler y una máscara de alfiler. Era tan gordo, que cuando subia al escenario, todo el escenario se tambaleaba, y el micro en el que yo cantaba me daba golpes contra la boca. Odiaba aquella canción. Me alegro de no tener que tocarla cada noche. Lo único bueno que tenía era que la tocábamos al final del concierto, y eso me alegraba un poco. Cuando venía "Glad To See You Go", pensaba, "Bien, tres cuartos de concierto. Pronto podré bajarme del escenario e irme al hotel".



También estaba harto de la imagen de niño pequeño, del peinado de borla y la chaqueta de cuero. No quería ser un niño pequeño. No me hacía mayor. Éramos cuatro hombres de mediana edad jugando a ser delincuentes juvenikles. Estaba harto de tocar en un grupo de revival. Me sentía falso, con la chaqueta de cuero y los pantalones rotos, vestido como cuando no me consideraba más que un pedazo de mierda.






DEE DEE RAMONE

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